Un poco de historiaA pesar de toda la fama que le ha traído un temprano registro al Caballo Chileno, la procedencia de este caballo empieza mucho antes. Desde que el primer criador caballar, padre Rodrigo González Marmolejo, empezó a criar caballos en lo que se conocía como Nueva Toledo en 1544, el enfoque ha sido la calidad. A medida que la cantidad de caballos aumentó, el Cabildo estableció decretos que requirieron su aprobación para asegurar cruces superiores. Las demandas que no hizo el gobierno, se impusieron en forma práctica por las exigencias de la guerra. Desde el inicio de la conquista de Chile, los colonos tuvieron que confrontar un pueblo Mapuche muy agresivo que energéticamente defendió sus tierras por más de 350 años. A diferencia de otras colonias que tuvieron guerras indígenas menos intensas en regiones muy distantes de sus área pobladas, la lucha de Chile siempre fue más tangible debido a que los combates se realizaban a unos 500 Km. de su capital.
Para mediados del siglo 16 los Mapuches ya eran jinetes diestros con un número creciente de caballos, que entrenaban de una forma innovadora para ser eficientes implementos de guerra. Un oponente tan respetado impuso a los soldados de la Corona Española la necesidad de tener caballos de calidad. Con gran sabiduría los gobernadores designados para Chile fueron de gran experiencia militar y muchos de ellos eran internacionalmente reconocidos jinetes. Estos líderes continuamente motivaron a los criadores chilenos a alcanzar metas más altas patrocinándolos con escenarios públicos de paradas para caballos de alta escuela, rejoneos de toros y juegos ecuestres de guerra. Los orígenes del Caballo Chileno
A diferencia de otras razas nativas, toda la genealogía del Caballo Chileno se origina en el Virreinato de Nueva Castilla (Perú). La mayoría de los caballos provenían de los valles de Charcas (ahora Bolivia), pero algunos de los potros mas finos escogidos para la remonta del segundo gobernador de Chile, García Hurtado Mendoza, se seleccionaron a través del Virreinato. La difícil trayectoria desde Perú hasta los valles centrales de Chile no solamente implicaba atravesar las montañas de Los Andes, también debieron cruzar el desierto más seco del mundo. Estos viajes fueron un cernidor brutal que solo permitió la entrada de caballos impecablemente sanos, con excelentes cascos y temperamentos energéticos pero dóciles a su vez. Hacia el siglo XVII Chile tenía un tipo muy definido de caballos de lujo, de paso y de trote. Chile empezó a tener la reputación de criar los mejores caballos de Sudamérica y algunos ejemplares se exportaron de vuelta a la cabecera del Virreinato, a través del continente y hasta las cortes reales del Viejo Mundo.
La habilidad vaquera
Durante este periodo, el país se dividió en treinta grandes encomiendas donde la ganadería era la función principal. El Caballo Chileno se ha relacionado con la ganadería a campo abierto desde sus primeros días, pero en las inmensas encomiendas su sentido vaquero tuvo pruebas más exigentes.
Ya para el siglo XVIII los rodeos que se exigieron por un decreto de 1557, sostuvieron dimensiones masivas. Los corrales que recibían los bovinos que arriaban desde las montañas adyacentes necesitaban una capacidad de por lo menos 7.000 cabezas. Catalogando el ganado según los dueños, el uso asignado y los requisitos de castración y marcas de hierro, requería que los bovinos se arriaran y empujaran por los callejones que los conducían a los corrales de clasificación. De allí nacieron las aptitudes que hoy día vemos en las “medialunas” (encierro de competencia con mejor visibilidad para el espectador) del Rodeo Chileno moderno. Los Caballos Chilenos se seleccionaron para una predisposición a movimientos laterales, valentía para confrontar y atajar ganado indócil, velocidad en distancias cortas y un temperamento que permitía fácil entrenamiento mientras conservaba las energías requeridas para un arduo y largo día de trabajo.
A través de las crecientes hectáreas de trigo durante esta época, surgieron grupos selectos de 50-100 yeguas que se usaban para la trilla. Estas yeguas llevaron a cabo una labor exigente que requería de seguridad de pisada y una energía exuberante. Cualquier animal que se tropezaba y resbalaba cayendo de rodillas se enviaba directamente a faenar. Dentro de los confines de un círculo lleno de trigo que le llegaba hasta las rodillas, se esperaba que estas yeguas se movieran por voluntad propia. Estas eran las madres de algunos de los mejores “corraleros” (caballos entrenados para el Rodeo Chileno) de la época. Ya para fines de los 1700 habían criaderos como Principal, Catemu, Quilimuta y Alhué que mantenían registros ordenados de la genealogía de los caballos que criaban.
Durante el siglo XIX la independencia trajo una clara preferencia por el caballo vaquero y/o caballo de guerra. Este “plebeyo” equino que siempre dominó los inventarios ecuestres del país, ahora se tornaba en la variedad caballar que representaría la nueva Republica de Chile. En este período Chile tuvo algunos de sus criadores de más influencia en la formación de la raza. Estos definieron más detalladamente las características del Caballo Chileno. También fueron los responsables de introducir más vigorosamente el factor velocidad ya que a través de la nación eran populares las carreras cotejeras de corta distancia. Hasta el día de hoy los "huasos" (vaqueros chilenos) valorizan sus caballos más por velocidad que por resistencia. Aunque el registro se estableció con fines de proteger un “tesoro nacional” de los peligros del cruzamiento, el Caballo Chileno ya tenía mas de un siglo de estarse reproduciendo a través de líneas específicas.
El Rodeo Chileno define la raza
Para los fines del siglo XIX hubo una disminución en el tamaño de las propiedades agrícolas; la introducción de máquinas trilladoras dejaron obsoletas a las yeguas que servían para este propósito; la aparición de ferrocarriles y automóviles substituyeron al caballo como un medio de transporte; y la introducción de razas equinas especializadas en funciones de tiro, carruaje o carreras, disminuyeron la importancia del caballo del país. La salvación del Caballo Chileno fue la creciente popularidad del Rodeo Chileno. Desde la entrada del vigésimo siglo el deporte del rodeo ha crecido de manera más organizada. Mientras tanto las aptitudes requeridas para sobresalir en este deporte se implantaron en una forma creciente en la genética del Caballo Chileno. Nada ha asegurado la pureza de esta raza más que su especialización en un deporte para el cuál ha sido exclusivamente seleccionado por más de un siglo. Los cruzamientos con otras razas no han sido tentadores desde que el Caballo Chileno se estableció indudablemente como la mejor raza para el deporte del rodeo chileno.
Una raza pura con características muy específicas
Antes de 1850 el Caballo Chileno tenía una genética cerrada debido a la ausencia de razas puras de origen Europeo en un país que creía tener el mejor caballo de Sudamérica. El aislamiento causado por la definición geográfica de sus fronteras también hizo la importación menos probable. Cuando el transporte moderno finalmente hizo las razas extranjeras más accesibles, Chile fue uno de los últimos países de Latinoamérica en sentir su presencia. Aún cuando sucedió, las interminables montañas, colinas y valles distribuidas a través de los 4,300 Km. de largo del territorio, aseguraron que la pureza de muchos caballos Chilenos se mantuvieran. Fieles criadores tradicionales que no cedieron a las tentaciones del cruzamiento también contribuyeron de manera importante. El período crítico que popularizó el uso de otras razas se acortó más aún cuando Chile se convirtió en el primer país en formalizar el registro de su raza nacional. Lo más brillante fue formalizar y popularizar un deporte donde ninguna otra raza lo podía igualar. Como muchas otras razas nativas a través de Latinoamérica, el Caballo Chileno es extremadamente rústico. Tiene un metabolismo bajo, es muy sufrido, tiene excelente sistema inmunológico, y una gran capacidad de recuperación. Sus cascos son fuertes y su doble capa de pelo lo hace muy adaptable a climas fríos así como a cálidos y secos. Es difícil que otra raza lo supere en la demostración de energía productiva. Aunque todas las razas de origen Ibérico tienen abundantes moños, crines y colas, ninguno se compara con el volumen y grosor que tipifica un buen espécimen de la raza Chilena. Todas las razas de origen Ibérico también tienen alguna incidencia de perfiles faciales semi-convexos, pero los criadores de Criollos Chilenos orgullosamente proclaman su preferencia por la cabeza “acarnerada”.
Lo que más distingue a los Caballos Chilenos es su atletismo nato, su facilidad para el entrenamiento, su valentía, y su instinto vaquero que ha sido producto de 460 años de selección. A diferencia de la mayoría de las razas nativas de América, el Caballo Chileno nunca se ha alejado de la influencia del hombre. Mientras que los “baguales” de la pampa, o los “cimarrones” de los llanos, o los “mustangs” del lejano oeste norteamericano evolucionaban con una selección natural, el Caballo Chileno se estaba seleccionando para propósitos específicos en los terrenos montañosos de Chile. Además de sus grandes cualidades de “corralero” no hay una raza de más segura pisada para el viajero de montañas. A pesar de su baja estatura ha demostrado que puede llevar cualquier jinete adulto por los gradientes más exigentes.
La realidad actual del Caballo Chileno
Hasta el año 2002, ésta, la raza vaquera más antigua en América, solamente se conocía como el “Caballo Chileno”. Hoy día se ha unido con la raza Criolla de los países vecinos que comparten un deseo de conservar los caballos vaqueros de sus naciones. Aunque hay importantes diferencias en la formación de ambas razas, más similitud genética se ha ido creando a medida que el Caballo Chileno ha sido exitosamente usado en el lado oriental de Los Andes. Para mucho orgullo de los chilenos del pasado y presente, el Caballo Chileno es una de las pocas razas en el mundo que ha conservado las características raciales, la justificación funcional y la pureza de un registro con un solo origen por un tiempo tan prolongado.
En los últimos años el nombre “Criollo Chileno” se esta promoviendo como una descripción paralela del caballo nacional de Chile con la buena intención de reforzar los números y la calidad de la organización de los Criollos de la América. No obstante, es importante destacar que su historia, su antigüedad y sus aptitudes difieren significativamente con sus primos del otro lado de Los Andes. La documentación auténtica nos indica que en todo momento los fundadores del registro del Caballo Chileno tenían muy claro que se trataba de una raza específica, que se desarrolló para los propósitos de un medio ambiente y una cultura muy única: Chile.
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