La FICCC Desata Pasiones Print E-mail

 

 

       Frente a la presente realidad, donde muchos proponentes nos tratan de hacer ver el Caballo Chileno como un “criollo” más que debe compartir no sólo el nombre sino también el registro de la raza Criolla que se formó en tierras transandinas, creo que es importante entender más de cerca cuál es el origen del Criollo Argentino. Escojo el representante Criollo de este país simplemente porque en 1918 fue la primera nación que registró un  ejemplar de la raza Criolla y en gran parte lideró a los países vecinos de “cultura gaucha” como son Uruguay, Brasil (sector de Río Grande do Sul principalmente) y Paraguay en asuntos de genealogía, performance y política de crianza.


       Ú
ltimamente ha habido múltiples criadores Chilenos que cruzan los Andes a las ferias de las tierras gauchas, que regresan halagando la homogeneidad de la raza del Criollo Argentino. Siempre hemos tenido admiración y quizás cierta sana envidia por los éxitos de este vecino que destaca por la grandeza de sus logros; por lo tanto, no es raro que nuestro aprecio por su raza caballar sea sobredimensionado. Pero quisiera que ustedes estimados lectores repasen conmigo los hechos históricos para así poder evaluar objetivamente qué tan similar ha sido el desarrollo de nuestra raza del Caballo Chileno con esta otra vecina que algunos desean que acapare nuestro patrimonio nacional equino y que a mi juicio merece su identidad propia.

       Es importante resaltar que los orígenes de los caballos de Chile y Argentina no son los mismos. El primer fundador de Santa María del Buen Ayre, adelantado Pedro Mendoza, llegó a las orillas del Río de la  Plata por lo menos con 32 caballares directamente traídos de España. En general, se sabe muy poco sobre el tipo de caballo que se trajo a las Américas; sin embargo podemos asumir que los ejemplares que llegaron en 1535 con Mendoza, deben haber diferido con la genética que trajo Colón 42 años antes, cuando la influencia mora todavía persistía. Eventualmente el abandono de Santa María del Buen Ayre dejó en libertad a un discutido número de animales que se reproducen en forma silvestre hasta que Juan de Garay restablece la ciudad de Buenos Aires en 1580. A su llegada se estima que la población equina de la zona era de unos 12,000 ejemplares.

       Lo importante de este hecho es que por casi cuarenta años la base del caballo de la pampa Argentina se constituyó por una población que se propagó por selección natural, con  la supervivencia del más apto. Los números de baguales que se acumularon a la llegada de Juan de Garay  sobrepasaban drásticamente a la limitada cantidad de otras líneas que los colonos incorporaban a la zona. La multiplicación exponencial de los baguales que  acaparaban territorio no habitado por colonos hizo que por varios siglos su proporción en el inventario trasandino fuera cada vez mayor.

       En 1541 a partir de las costas brasileñas se interna hacia Asunción el adelantado Alvar Núñez Cabeza de Vaca con 26 equinos que sobrevivieron el trayecto trasatlántico y la dura travesía terrestre.  Esta incorporación genética no solo difiere con la genealogía introducida a Chile atendiendo a que provienen de distintos períodos de la historia española, si no que también se produjo una diferencia mayor aún por la selección previa de los animales que llegaron a tierras chilenas. Casi la totalidad de los equinos utilizados en la crianza chilena tienen su origen en el Virreinato de Nueva Castilla (Perú), que a su vez obtuvo su base para la crianza desde Colombia, Panamá, Nicaragua, Jamaica y la isla  Hispaniola después de casi cincuenta años de selección en América. Si bien Argentina también tuvo influencia de los caballos del sector de Charcas (Bolivia) en el Virreinato de Nueva Castilla y posteriormente algunos caballos que provenientes de Chile llegaron a Mendoza y alrededores,  está claro que la mayoría de la genética de la pampa gaucha fue producto de la propagación silvestre de los caballos que abandonó Pedro Mendoza.

       Además, la influencia de cruces con razas de origen extra-ibérico empezó más temprano y con mucho más furor en el lado oriente de los Andes. Los primeros caballos Fina Sangre Inglés (FSI) llegan a Argentina 40 años antes que a Chile. Las planas extensiones de la pampa Argentina, en su mayoría no cercadas, facilitó la proliferación libre tanto como programada de las nuevas razas europeas que se popularizaron en América. No solo el FSI dejo su marca, si no también las razas de coche y de tiro pesado que originaban un caballo más multipropósito para el campesino sedentario. En años más recientes la ocupación de los holandeses en las costas brasileñas a mediados del siglo XIX incorporó genes nuevos del norte de Europa. Muchas de estas líneas eran de fácil distinción por el color Tobiano y “Appaloosa” desconocidos en las manadas de origen ibérico en Sudamérica. Por lo tanto la influencia del mestizaje fue mucho mayor en las tierras gauchas de lo que jamás llegó a ser en un Chile lleno de quebradas cobijadas por una topografía que permitía mantener zonas aisladas de Caballos Chilenos incluso consanguíneos, que no supieron de sangre ajena.

       En 1894 Lynch Arribalzada describe el caballo de su patria en un articulo titulado “El Caballo Argentino”. Hace mención que los caballos comunes de Argentina eran conocidos vulgarmente como “criollos” y que éstos no eran una raza, si no más bien una variedad de tipos de caballos que se cruzaban entre sí. Muchos autores describieron el caballo nativo de Argentina atendiendo comúnmente a su perfil facial convexo en una cabeza pesada y “carretilluda”. Sus orejas variaban de tamaño, siendo algunas cortas y otras tan largas que se conocían como “amuladas”. La altura generalmente variaba entre 1.40m a 1.50m, aunque habían ciertas líneas como los Montes Grandes conocidos por alturas superiores. La mayoría de los adornos eran medianamente poblados; aunque también como excepción se encontraban caballos de colas ralas,  y otras abundantes. Había grupas planas, redondas y otras afiladas como las mulas. La proyección de las grupas era mayoritariamente plana o mediana y raras veces caída.

Caballo argentino
1862

       En 1918 un grupo de criadores decide establecer un registro genealógico de la Raza Argentina (noten el nombre donde la palabra “Criollo” no es usado aún) la cual es aprobada por la Sociedad Rural Argentina (SRA). Este registro permite una variación de tipo de caballos;  reconoce que la cabeza podía tener un perfil facial convexo que denominaron “Africano”, o un perfil facial recto que llamaron “Asiático”. Se estableció que debiera tener un cuello corto con abundancia de crin; aunque el propio Dr. Emilio Solanet, que se considera el padre de la raza Criolla Argentina, admitió que era muy difícil encontrar gruesas crines en la población caballar Argentina, que era en gran parte del tipo “Africano”. El tamaño mínimo establecido para la raza fue de 1.45m y el máximo para un potro adulto se estableció como 1.60m. También se estipulaba deseable una grupa fuerte y corta con una proyección plana.

Cabeza tipo
Africano. según
Standard 1922
Cabeza tipo
Asiático. según
Standard 1922

       En 1922 Emilio Solanet, habiendo visitado previamente Chile, donde admiró el Caballo Chileno ya inscrito desde 1893, propuso un Standard de la Raza basado en el trabajo elaborado en Chile en el año 1921. Aunque el Dr. Solanet personalmente prefería el caballo tipo “Asiático”, en su Standard también reconoció la presencia del caballo tipo “Africano”. Según sus propias palabras  “el tipo ‘Africano’ forma la mayoría de los yeguerizos Criollos”. Este tipo no sólo tenían un perfil facial convexo si no también hombros rectos, lomo levemente convexo, un gradiente en la grupa con una inserción baja de la cola y adornos levemente poblados.  

       No obstante el Dr. Solanet favorecía el caballo tipo “Asiatico” aún cuando no contaba con el respaldo de otros fundadores importantes de la raza Argentina como Enrique C. Crotto, que siempre fue proponente de un caballo Criollo más alto.  El Sr. Crotto fue un gran expositor y  siguió presentando caballos Criollos con alturas entre 1.50m y 1.60m en las exposiciones de Argentina hasta el año 1934.

      
Los famosos "Mancha" y "Gato", ejemplo de los caballos de Chubut que trajo el Dr. Solanet para mejorar Criollos bonaerenses que tenían más influencia de décadas de mestizaje.

 

En 1928 E. Solanet hizo una revisión del Standard de la Raza Criolla Argentina en la cuál ya no distingue las variedades “Africanas” y “Asiáticas”. La altura se establece en un promedio de 1.46m y el tórax en un promedio de 1.78m. Claramente Solanet define un perfil facial recto para la raza y debido a la falta de ejemplares con abundancia de adornos, simplemente estipula que las crines sean anchas. Debido al constante debate público entre los bandos de Crotto y Solanet, este documento no se publica hasta 1935, un año después que Enrique C. Crotto decide abandonar la producción y exposición de la raza que criaba en forma pura desde 1918 con parámetros completamente opuestos a este nuevo Standard de la Raza extraoficial.

 

Dibujo que representa al Criollo “Pampa” que permitía registro de caballos de hasta 1.55m de altura entre 1947 y 1956.

       Lo importante es reconocer aquí la gran diversidad de tipos de caballos Criollos inscritos  que existían en Argentina. Aún en 1947 se forma un registro de Criollos de más estatura (aceptan caballos Criollos puros hasta 1.55m) que se denominó “El Pampa” el cuál existió hasta 1956.  

       De hecho el número de caballos registrados que no coincidía con el nuevo Standard de la Raza (que nunca fue aprobado oficialmente por la SRA) estipulado por E. Solanet, era mayoritario en la nación. Tan frustrante fue esta realidad que en 1938 la Asociación de Criadores de Caballos Criollos (ACCC) establece en una asamblea extraordinaria, la necesidad de re-evaluar los ejemplares de la raza. Increíblemente, la re-evaluación fenotípica que se hizo veinte años después de establecer el Caballo Criollo eliminó el SETENTA por ciento de los ejemplares en el registro!! Los caballos que se venían inscribiendo desde 1918 en la SRA eran representantes verídicos de la población Criolla de Argentina; no obstante fue necesario eliminar los ejemplares más fidedignos de la realidad nacional para quedarse con un grupo selecto de caballos que se ajustaba a un Standard de Raza basado en las estipulaciones del Caballo Chileno. O sea que la zocuela artificial de los Criollos Argentinos inscritos, se basó en un Standard definido por características requeridas para la topografía montañosa y la funcionalidad específica de la cultura “huasa” Chilena.

       El propósito de este escrito no es hacer juicio sobre lo sucedido en Argentina, si no evidenciar la forma muy distinta en la cual la raza Criolla Argentina y el Caballo Chileno se desarrollan a través del tiempo. A pesar que el Criollo Argentino no tuvo ningún papel en el desarrollo del Caballo Chileno, éste último fue tan apreciado por los argentinos que en 1926 se abrió un registro especial para dar constancia de los primeros ejemplares  chilenos que entraron a sus exposiciones después de la creación de la raza Criolla. Ya para 1939 cualquier Caballo Chileno inscrito en la SNA se registraba directamente en la SRA, antes que la idea de un registro común de la FICCC siquiera apareciera como un sueño por desarrollar.

       Esta idea de incorporar sangres vecinas en el registro es totalmente normal para los argentinos ya que casi inmediatamente aceptaron los registros de Uruguay y Brasil en 1929 y 1932 respectivamente. Los paraguayos que no formalizaron su representante Criollo hasta los años setenta, también se integraron sin problemas a los registros abiertos de la raza. Los intercambios de sangre entre las diversas regiones “gauchas” con distintas definiciones nacionales ha sido un hecho histórico antes y después de la formalidad de un registro oficial. Posiblemente por eso es difícil que los países de la FICCC entiendan lo mucho que tiene que perder Chile en un registro común que por primera vez en su historia propone la idea de aceptar genealogías ajenas a la trayectoria pura chilena. Lo que los directores de la FICCC siguen proponiendo, es deshacer el registro cerrado más antiguo de la historia, referente a una raza vaquera en América.  Al anularse el registro del Caballo Chileno, el Criollo pasaría a ocupar el prestigioso lugar de máxima antigüedad  que hasta ahora ostenta el Chileno.  De esta manera, el privilegio del Chileno pasaría a la raza Criolla que es conocida en el mundo entero por su asociación con la cultura “gaucha” de cuatro países y más específicamente como sinónimo de Argentina. 

       Aún después que la ACCC acepta el Standard Interamericano de raza Criollo en 1959 (primer Standard oficialmente aceptado por la SRA), el “Pequeño Caballo de la América” que representa la FICCC sigue teniendo una evolución cambiante en el fenotipo del Caballo Argentino. Nada demuestra más dramáticamente lo que aguanta el papel y la variedad que tiene la interpretación humana, que un resumen pictográfico de los tipos de caballos que han ganado los grandes premios de Argentina. De hecho también hubo influencias ajenas a la genética y cultura gaucha que influyeron en estos cambios. ver fotografías
Montiel, un clásico Criollo tipo “Oriental”, originario del sur de Mendoza que entro en la cría del gran criador Roberto C. Dowdall en 1923.  Fue fundador de una estirpe de Criollos de inmejorables condiciones como animales de silla.
Hubo dos factores importantes que causaron cambios en la morfología de los caballos que ganaron los premios más importantes del Criollo Argentino:  1) Diecinueve años de jueces Chilenos (incluyendo doce años consecutivos) en las exhibiciones nacionales de Argentina; y 2) Las importantes contribuciones de Caballos Chilenos que entraron a reproducirse en Argentina. Después de años que los argentinos enfatizaron la mayor fuerza en el tren posterior, los jueces chilenos motivaron la selección de caballos con un hombro más recostado y funcional. Admirablemente los criadores argentinos logran grandes progresos en estas áreas y la raza no solo mejora, pero también empieza a obtener ciertas características propias a las necesidades y preferencias nacionales.

 


Criollo Argentino
Mejor Cabeza 2004.
Caballo Chileno
2004.
       Como siempre lo quiso el Dr. Solanet, el objetivo ideal sigue siendo un perfil facial totalmente recto. Típicamente el Criollo Argentino también posee un morro corto y una cabeza bien triangular. Esto difiere con la raza Chilena que premia los perfiles semi-convexos y morros mas largos como los más “acampaos” y por ende deseables. Como generalidad la raza Criolla  tiene una oreja promedio más larga que el representante de Chile. A diferencia del Caballo Chileno, el Criollo es apreciado por tener una espalda y un lomo corto con una proporción igual entre el alto y largo en su contextura. El Caballo Chileno típico tiene una espalda más alongada y extremidades más cortas, y como consecuencia su largo sobrepasa su altura por un promedio de 10 cm.

       La altura promedio de los caballos Criollos Argentinos presentados en las ventas de Palermo 2003 y Otoño 2004 fue un poco menor de 1.45m, lo cual difiere en 4 o 5 cm de estatura del promedio de los caballos que llegan al Champion de Chile. Aunque Argentina ha mejorado mucho en cuanto los adornos en su raza Criolla, es mi opinión que la raza del Caballo Chileno todavía cuenta con un promedio de adornos ondulados con más volumen. Estén o no de acuerdo con esta apreciación subjetiva, es innegable que una de las grandes contribuciones de los 96 caballos Chilenos que han entrado en el registro de la SRA ha sido el aportar los genes para el tipo de moño, crin y cola que E. Solanet soñaba tener pero que no encontraba comúnmente en el inventario Argentino.

       Un estudio fenotípico minucioso hace notar la diferencia en el largo de la tibia en la norma de los ejemplares Argentinos y Chilenos. Los primeros definitivamente han seleccionado una tibia más larga que extiende un tranco mayor para las necesidades de recorrer largas distancias pampinas. En cambio el Caballo Chileno típicamente tiene una tibia más corta, una pierna más recta y un ángulo de la corva más cerrado, de manera que muchos padecen de un leve “defecto” que los prepara mejor para sus funciones, las cuales requieren de buena postura de patas debajo del cuerpo.

       Está claro que aún con los muchos cambios artificiales que se han hecho en la raza del Criollo Argentino, basado en un Standard de Raza moldeado sobre el mismo documento Chileno de 1921, las interpretaciones siguen asegurando distinciones entre las dos razas. Si fuéramos a hilar mas fino y estudiar la composición de los músculos del Criollo Argentino y el Caballo Chileno, creo que seria lógico encontrar una diferencia notable de músculos de lenta reacción (show twitch muscles) que se adaptan a los trabajos aeróbicos; y músculos de reacción rápida (fast twitch muscles) que se adaptan a los trabajos anaeróbicos. La topografía de los países ha hecho que para el Criollo Argentino es mucho más importante tener resistencia para manejar las grandes extensiones de planicies pampinas con trancos de buena oxigenación.

       A las particularidades referidas más arriba se debe la valorización que pone la raza Criolla en las competencias de resistencia de “La Marcha” en la cual se compite sin suplementación a través de 750 km en 15 días. El Caballo Chileno, por el contrario, se seleccionó para trabajar en los gradientes montañosos que requieren de grandes esfuerzos anaeróbicos. Los músculos voluminosos que son eficientes en las montañas también son los que se ponían a prueba en las típicas “Carreras a la Chilena” sobre 200m de distancia, con una gran deficiencia de oxigenación.

 

Las marchas de resistencia, sobre un recorrido de 750 kms., divididas en catorce etapas, son un severísimo "banco de pruebas" para medir la rusticidad orgánica, la resistencia a la fatiga y el poder de recuperación.  La información disponible indica que no existe en el mundo una prueba funcional de estas exigencias, lo que habla a las claras de las bondades del Criollo en este terreno.
 
       Vale la pena mencionar que la historia y la geografía de estos dos países vecinos también tuvieron que ver con las diferencias de temperamento entre el Criollo Argentino y el Caballo Chileno. La trayectoria de grandes expansiones que por muchos años dieron lugar a la crianza salvaje de baguales Argentinos, aseguró una gran rusticidad, brío e independencia, pero contribuyó poco a las aptitudes mentales que hacían un buen caballo de silla. Al domesticarlos, las grandes extensiones de terrenos tampoco requerían de un refinado entrenamiento para llevar a cabo las tareas diarias en tierra plana y segura.

 



      El historial en Chile fue muy distinto, ya que desde su inicio se enfatizó una crianza manejada por el hombre que premiaba la calidad. Los terrenos quebrados, árboles espinudos y ríos caudalosos requirieron de un caballo de mucha rienda y valentía. La guerra de 346 años con los Mapuches también motivó la selección de caballos con temperamentos entrenables. Subsiguientemente, el deporte del rodeo que lleva 160 años practicándose en forma muy parecida a la actualidad, ha sido otra razón por la cual el Caballo Chileno se siguió seleccionando con esa inusual combinación de valentía y docilidad combinada con instintos vaqueros muy agudos.

       Siempre he manifestado que uno puede seleccionar pimentones hasta que se vean iguales que un tomate, pero al morderlos siguen siendo pimentones. Hago mención a lo anterior, porque si bien es cierto que en los últimos cincuenta años los Criollos de la FICCC se están pareciendo más al Caballo Chileno, todavía siguen siendo Criollos y difícilmente podrán compensar  los 460 años de particular trayectoria que se ha llevado a cabo en Chile. Hay una sola preocupación para nuestro futuro y es si permitimos injertar las plantas de pimentón con material genético de tomates. Sé que las casi 400 exportaciones que unos cuantos privilegiados han hecho en los últimos 50 años han sido causa de entusiasmo para algunos criadores, exportadores y compañías de ventas. Pero también hay que recordar que esto puede ser comida para hoy y hambre para mañana, si es que compartimos nuestra particular genealogía con una raza que no da reconocimiento a la nuestra, la cuál tiene su nombre propio.

       Hay mercados mucho más atractivos en países interesados en criar Caballos Chilenos puros con una genética predominante que respalda su fenotipo y función más fielmente que cualquier otra raza vaquera del mundo. Estos países siempre regresarán para comprar más de nuestros productos y si algo sobresaliente sale en la crianza de Caballos Chilenos en el extranjero, tenemos la posibilidad de reincorporar esos genes de vuelta en nuestro país sin perder la pureza que hemos cuidado orgullosamente por más de un siglo.

       Como último punto, quisiera compartir un ejemplo que creo que tiene un paralelo impactante entre estas dos razas. En EE.UU. el caballo FSI (Fina Sangre Inglés) fue la primera raza que se registró en ese país (y en toda la América). Aunque un tipo de caballo vaquero colonial existió extraoficialmente por muchos años, su registro como Cuarto de Milla no se formalizó hasta 1941. Como a partir de su formación el Cuarto de Milla tuvo mucha influencia positiva al cruzarse con el FSI, se creó un registro abierto al FSI. O sea que los Cuarto de Milla pueden cruzarse con caballos FSI y aún registrar sus productos en la AQHA (American Quarter Horse Association). De hecho hay caballos que son 15/16 FSI y pueden ser registrados como Cuarto de Milla. Se sigue esta política ante la convicción que los genes del FSI pueden mejorar la piscina genética del Cuarto de Milla. En cambio la raza del FSI siempre ha tenido un registro cerrado. Solo un cruce entre dos Fina Sangre puros son registrables como FSI y no hay ninguna reciprocidad de cruza aceptada con Cuarto de Milla.

       Este ejemplo es interesante porque el caso del  FSI con el Cuarto de Milla se compara con la relación entre el  Caballo Chileno y el caballo Criollo. Ambos, el FSI y el Caballo Chileno representan la raza más antigua y han mantenido su registro completamente cerrado a otras razas. También ambos tienen un número de animales registrados inferior al de la raza que se beneficia de sus genes. Por otro lado, en esta relación el Cuarto de Milla se puede comparar con el caballo Criollo. Ambos son registros más nuevos y numerosos que se han mantenido abiertos a otra raza que les aporta mejorías.

       Los Fina Sangre Inglés (FSI) y los Cuarto de Milla son dos razas que comparten cierta similitud  genealógica, pero tienen un historial genético distinto, y una selección para funciones especificas a cada raza. Esto sin duda los diferencia en muchos aspectos importantes a pesar de que algunos ejemplares de ambas razas no podrían distinguirse físicamente uno del otro.

 

El Rodeo Argentino requiere de caballos de usan su velocidad avanzando hacia adelante y haciendo fuerza para los lados, totalmente opuesto a lo que se busca en los caballos que participan en el Rodeo chileno.
        Del mismo modo, ciertos Criollos se asemejan mucho al Caballo Chileno, pero esto no cambia las notables diferencias entre ambos.  El Criollo se seleccionó para resistencia y se desarrolló en planicies, mientras que el Chileno se especializó en velocidad y se desarrolló en áreas montañosas. El rodeo para el Criollo significa una competencia de “paleteada” donde dos caballos corren a la par hacia adelante, haciendo simultáneamente fuerza hacia los costados.  Para el Caballo Chileno el rodeo significa correr de lado y hacer la fuerza hacia adelante.  En fin, no puede estar más claro que estamos hablando de dos razas completamente distintas por más que se quiera hacer que el “pimentón parezca tomate”.

 

       Es difícil entender que existan personas que no acepten estas diferencias. Creo que los términos que han aceptado algunos representantes de los criadores chilenos se apreciarían mejor si nos preguntáramos si el Fina Sangre Inglés (la raza más pura, antigua y prestigiosa) estaría dispuesto a perder su nombre para unirse al registro del Cuarto de Milla (la raza menos pura, más joven y más numerosa) con fines de asegurar un pequeño mercado de caballos que se usan para mejorar la raza menos definida. Sé que la pregunta suena ridícula para quien conozca estas dos razas, pero eso es exactamente lo que los representantes chilenos han contemplando realizar, desde la IV Reunión de la FICCC en 1953.

       Pienso que muchos de nuestros representantes interiormente reconocían que no estaban siendo justos con el patrimonio nacional que representaban, pero dudaron en expresarlo claramente en las reuniones de la FICCC, donde se encontraron en una situación incómoda por ser los únicos en tener sentimientos encontrados entre una responsabilidad nacional y un sincero deseo de participar del espíritu de confraternidad internacional.  De esa manera, los años acumularon silencio o aprobaciones desacertadas.  Para presentar una posición más acorde con los intereses de Chile, se requiere empezar por reconocer la falta de claridad que se viene arrastrando desde hace muchos años. Es probable que un cierto grado de orgullo haya impedido remediar esta situación en repetidas ocasiones. Pero sinceramente pienso que tenemos que dejar estos sentimientos a un lado y hablar a “calzón quitado” en las reuniones de la FICCC, porque tenemos una posición muy lógica que defender y la prolongada participación de Chile como miembro fundador de esta institución merece oídos, comprensión y respeto por nuestra particular realidad.

       Amigos, tenemos en una balanza un pequeño mercado hacia países que irreversiblemente extraen nuestras líneas de sangre; y en el otro lado, la identidad de una raza que heredamos como el más antiguo caballo vaquero en América con un potencial de mercadearse en el mundo entero. Cual pesa más, nuestro orgullo o nuestra responsabilidad?  Cual pesa más, un presente tentador que estamos asegurando que se acabe, o un futuro sin limites?

       En el mundo hay más de 400 razas caballares y cada una tiene su historia y atributos específicos que deben apreciarse bajo las condiciones donde se desarrollaron. Dicho sea de paso, puedo nombrar una docena de ellas que si le “tuzamos” la crin y le recortamos la cola, no se distinguirían del Caballo Chileno. Pero, este artículo sobre dos razas similares no tiene la intención de escoger un ganador y un perdedor entre dos cepas nativas que se han creado en ambientes, culturas y propósitos distintos. Lo que SI insisto y enfatizo es que deben mantenerse separadas sus identidades, para que ambas puedan preservarse de manera tal que las características raciales específicas no se pierdan después de tantos años irremplazables de selección.

 

“Caa Firulete” Mejor Macho Adulto de la Feria Rural de Argentina el 2004. 
Nótese la largura de tibia, morfología más cuadrada, distancia entre el esternón y tierra, perfil facial recto, cabeza triangular con morro corto y orejas más largas. Es un lindo ejemplar caballar representando el Premio Criadores de Caballos Criollos, pero claramente otra raza.
 

 

       Cada fruta produce un néctar especial que puede usarse para hacer bebidas de su pureza genética, pero cuando mezclamos los néctares de dos frutas distintas, generalmente nos desilusiona la falta de identidad, no importa cuán rica sea esta combinación. Cuando se pierden las características únicas que definen dos elementos muy específicos, decimos que "no son ni chicha, ni limonada". Ahora tenemos que determinar si vamos a mantener estas dos razas deseables, o si con el tiempo vamos a crear una mezcla que nadie va apreciar y mucho menos recordar. La historia debe ser un ejemplo suficientemente vivo para recordarnos de las desventajas de estar implementando cruzas que casi dieron término al Caballo Chileno a fines del siglo XIX.  Precisamente en esa época nuestro salvavidas fue el registro de pureza y la superioridad del Caballo Chileno en el Rodeo, pero qué fácilmente nos olvidamos de ello!! 

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